viernes, 29 de julio de 2005

Lecturas no vacacionales

Se podría decir que estamos en el ecuador de las vacaciones y las cosas han tomado un rumbo insospechado. Nuestro segundo viaje a Bérgamo se cayó del programa hace semanas. Exactamente desde que nos concedieron la beca de investigación y fuésemos informados de que la entrega del trabajo es el 30 de noviembre. ¡Prisas, prisas y más prisas, qué estrés!
Al trabajo con la beca que, de momento, concentra R. se ha sumado un mes de julio repleto de libros para corregir. De hecho, desde el mes de abril se han sucedido las correcciones de manera vertiginosa -mi récord ha sido corregir el Tirant, versión íntegra, o sea 750 páginas, en 17 días-. También he podido leer en estos meses la crónica de la destrucción de las Indias de fray Bartolomé de las Casas y otras ricuras sobre la propiedad del patrimonio en el siglo XVII, la enseñanza del léxico español a extranjeros, o el "imperativo autobiográfico" -éste fue bastante interesante, no creáis-.
Así que Harry Potter quedó postergado y, finalmente, relegado al olvido. Tampoco he tenido mucho interés en acabarlo -creo que me faltan 40 páginas- porque... no me convence. Ahora he empezado a leer el que parece el libro de moda: Norwegian wood, o sea, Tokio blues, de Haruki Murakami. Digo yo que si los japoneses pueden comprar un libro con un título sacado de una canción de los Beatles, con más razón los españoles ¿no?
Pues no, a los editores les pareció que mejor ponían un título en inglés, pero otro. No puedo imaginarme la cara que debió poner el señor Murakami cuando le informaron del nuevo título de su novela; aunque me habría gustado verla.

Entre tanto trabajo nos dio tiempo a principios de julio a escaparnos a Madrid para ver La flauta mágica en el Teatro Real. Sí, el controvertido montaje de La fura dels baus y Jaume Plensa. A mí me gustó, también hay que decir que era la primera vez que iba a la ópera, y disfruté mucho. El fin de semana en Madrid también propició unas compritas para el taller de encuadernación y un par de escapadas: visita fugaz a Montalbanejo (el nuevo paraíso de R.: seis calles y ni un alma a la vista) y visita casi fugaz a Alcalá de Henares (muchas cigüeñas y la casa natal de Cervantes: nuestra pequeña celebración por el cumpleaños del Quijote).

De la imprenta poco tengo que contar, que con tanto trabajo he hecho pellas todo el mes. Y, la verdad, echo de menos la rutina. A ver si mañana me paso por el taller.